
seres miedosos criaturas
frágiles efímeros y mortales
fascinantes seres incomprensibles hemos
llegado a la luna, atravesado océanos hemos
nombrado cada estrella cada especie cada rincón y hemos
logrado esto donde todo
obedece a una norma corresponde a una medida a
un peso a un calibre a una proporción necesaria.
También hemos logrado sobrevivir
a nosotros mismos.
Todo lo demás, el resto,
estaba ahí desde hacía billones de años esa testaruda
perseverancia de las olas. La inconstancia del viento.
El verde sanguíneo de la clorofila. Una nube
hecha de gotas de rocío sobre un valle amaneciendo. Un prado infinito
donde poner a descansar el alma. La azul
efervescencia de los glaciares. Cada primavera dormida en una semilla.
La inquebrantable paciencia de las estaciones. La paz
del musgo cubriendo el destino de las cosas olvidadas. Cualquier
lugar desde el que observar esos ocho miles que llevamos dentro.
La naturaleza fingiendo otros mundos en un mismo planeta.
Todos los ruidos que alimentan el silencio de un paisaje.
Todo lo que intacto quita el aliento. Todo lo que se forma solo.
Todo lo que es tiempo. Todo lo que florece.
Todo lo que sobrecoge a los hombres. Y los empequeñece.
Pero también hay otros hombres. Otros. Fascinados
por el tungsteno de las bombillas y el aroma de las ciudades dormitorio.
Por el parpadeo de los pilotos automáticos. Por el algodonoso cuerpo
de los hongos nucleares. Por las vastas extensiones alquitranadas o
el anaranjado fulgor de una ciudad anocheciendo. El tableteo
de una ametralladora. El ronroneo exacto de una máquina.
El embriagante olor a napalm por las mañanas. Las miradas que talan.
Las palabras que consumen. Las manos que ahogan.
El hormigón contra el que las olas se rompen, el que deshace
los vientos, donde se apaga la luz. Lo alambrado. Lo vallado.
Lo acotado. Lo cartografiado. Lo explorado. Lo explotado.
Lo civilizado. Lo asfaltado. Lo edificado. Lo catalogado. Lo humanizado.
Lo urbanizado. Todo lo examinado. Lo manipulado. Lo homologado. Lo analizado.
Todo lo etiquetado. Lo envasado. Lo embotellado. Lo humanizado.
Todo lo que no es tiempo. Todo lo que no florece.
Hay quien espera
un caos inminente un colapso
el murmullo que precede a la galerna
o una pacífica guerra que se lo lleve todo.
Una colosal nevada. Que lo limpie.
Desde lo alto del Liguardi, un día radiante
domina el valle. Observo
un buitre volando inquietantemente en círculos.
Un suspiro me obliga a tomar aire.
“Ummmmm… qué buen tiempo
para un ataque aéreo."
* Viðrar vel til loftárása: en islandés, buen tiempo para un ataque aéreo, título de una canción de la banda islandesa Sigur Rós.
Gran poeta, sí señor. Debería manifestarse en este espacio.
ReplyDeleteSuscribo el comentario anterior. Palabra por palabra.
ReplyDelete